Satansbraten (El asado de satán) (1976) de Rainer Werner Fassbinder

«Lo que diferencia a los paganos de nosotros es que al principio de todas sus creencias hay un esfuerzo terrible para no pensar en los hombres, para guardar el contacto con la creación entera, es decir con la divinidad»
Antonin Artaud

La frase arriba citada abre y cierra Satansbraten (El asado de satán). De ésta manera veremos hasta que punto la película no es un ejercicio de los textos y manifiestos del autor francés, como si la historia hubiera sido compactada por un proverbio que declama la desilusión por el hombre y su devenir en la historia.

El hombre que ha reprimido su barbarie en el proceso de racionalismo ilimitado, casi como si el desarrollo de la civilización no fuera mas que un crimen hacia las fuerzas elementales, a las hipóstasis de todas las almas que pueblan el universo. Y en ese rechazo (en nombre del supuesto progreso) aquel homínido occidental termina golpeándose la frente con su propia hipocresía existencial. Vio, finalmente, que el cielo se le estaba viniendo encima, y que de las penumbras mas arcaicas de la tierra despertaban ahora fuerzas instintivas y animales; fuerzas reales manifestándose como plagas, cubriéndolo de moscas y visiones arquetípicas conectadas a sus contornos verdaderos, aquellos que han roto pues, la subjetividad de los cuerpos, la frontalidad de sus prejuicios.

La historia tiene como protagonista a un hombre llamado Walter Kranz (Kurt Raab) quien dice ser un poeta, un poeta de la revolución. Lo cierto es que tanto el como todos los personajes de la historia se muestran satirizados; el tono cómico del film se vuelve apto para presentar el instinto, el desestablecimiento de todos los «valores» éticos y morales, llevándonos a visionar influencias en Fassbinder que van aún más lejos de Artaud: la proto-vanguardia de Apollinaire, el Dadaísmo y el Romanticismo Alemán.
Se presiente una consciencia primitiva que se lleva por delante todo el suelo y sus velos de alfombra, dejando al descubierto otros ojos (inhóspitos) que proyectan la apariencia verdadera, irracional y primogénita.

En una primera secuencia vemos a Walter reclamando por su dinero a la aristócrata Irmgart von Witzleben; más tarde cae en un trance (provocado por el sadomasoquismo de la mujer) que lo lleva al deseo (cumplido) de asesinarla.
La psicología de los personajes no necesita del tiempo para disolverse: desde el inicio, escenas de sexo instintivo (como si no existiera principio de realidad freudiano); bestialidad y barbarie se elevan como un dios en esas habitaciones blancas.

Se habla del ser y de la humanización, se habla con odio y violencia. La poesía y no la prosa parece ser el canal comunicacional con el que el film intenta (plausiblemente) acercarnos sus ideas

El hombre vive con su esposa Luise (Helen Vita) y su hermano Ernst (Volker Spengler), éste ultimo presentándose como uno de los personajes más curiosos (si puede haber algo no curioso aquí que contraste) y conspicuo en los intentos por mostrar caracteres alternativos al hombre civilizado: Ernst juega con las moscas muertas y no se lava las manos de hace tres años.
Su esposa le dice a Walter que ya es un fracaso como poeta. Será ese momento cuando tendrá la ocurrencia de hacerle entrevista a Lana von Meyerbeer (Y Sa Lo), una prostituta.

No hay espacio en que no se manifieste el delirio, teniendo además en cuenta que éstos se presentan cerrados en sobre-encuadres que la cámara toma desde una distancia muy cercana y a media altura. Cuando llegan los policías para interrogar a Walter por la muerte de la millonaria, oímos sonar el timbre y tanto su esposa como el poeta comienzan a proferir gritos que emulan el sonido. Nos sentimos invadidos por el humor pero también por un estado de consciencia diferente, donde las cosas parecen haberse dado vuelta. Surge una verdad nueva, pasando lo verosímil a ser parte de lo que hacíamos en nuestros hábitos cotidianos

Walter dice ser un anarquista, habla de fascismo cuando escucha algo sobre la responsabilidad colectiva. Comete (sin saberlo?) plagio a Stefan George (1868-1933) cuando su esposa le recuerda que aquellos versos «nuevos» con los cuales se enaltece de haber recobrado su espíritu creativo, estaban ya en un libro del gran poeta alemán. De aquí en más comienza la transformación de Walter en Stefan, con todo lo que eso implica: se maquilla ante el espejo, intenta volverse homosexual, etc

«El verdadero genio yace con la locura» «Yo soy un Alemán, un pensador» dice en algunos momentos; aquí Fassbinder sintetiza sus ideas acerca del fracaso idealista alemán. Parece que todo va encaminado al titulo del film, implícito en una escena absurda, patéticamente mefistofélica, donde se cocinan trozos de un animal. y también en el nombre, pues, que Walter decide ponerle a su nuevo libro: «No hay celebración para el perro muerto del Fuhrer»

Cuando muere su esposa escapa llorando, exclamando palabras que lo muestran como un hipócrita ante sus alumnos, a quienes les había dicho que la muerte y la decadencia son lo mejor de la vida
Abundan los planos cortos y cabe la aclaración de que recién a los cincuenta minutos de empezada la cinta aparece por primera vez una escena en exteriores

El film termina y nos preguntamos: ¿Que hacemos con estos postulados?, ¿como retornamos al mundo civilizado, sin olvidar todas estas evidencias reales que parecen existir en lo más profundo del ser? ¿Nos disfrazamos de actores naturalistas? ¿o ya somos (de alguna manera) actores sin darnos cuenta?  De esta manera Satansbraten incita a la reflexión del hombre, a la búsqueda de valores originales que nos permitan el dialogo interior, la propia realización, alejándonos de falsos papeles y etiquetas reclamadas por una sociedad estéril y consumista

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